martes, 30 de noviembre de 2010

Justicia


La justicia es un tema mayor a lo largo de toda la Biblia. Que Dios sea justo, como repiten una y otra vez los profetas, quiere decir que es liberador, que toma partido por los pobres y exige que se respete el derecho de los oprimidos, que es recto, que no se deja sobornar por la palabra engañosa o por el culto vacío. Conocer a Dios -en lenguaje bíblico es lo mismo que amarlo- es obrar la justicia (Jeremías 22, 13-16). La religión verdadera es reconocer el derecho de los pobres y establecer relaciones de justicia entre los hombres (Isaías 1, 10-18; Jeremías 7, 1-11).

lunes, 29 de noviembre de 2010

Otro Dios es posible (Entrevistas a Jesús en su segunda venida)



LA SEGUNDA VENIDA (No olvidar que es ficción, pero el mensaje de fondo contiene mucha verdad)

PERIODISTA La cosa es aquí, en Jerusalén. Han confirmado la rueda de prensa.

CORRESPONSAL ¿Micrófonos, cámaras, todo listo?

REPORTERA ¡Apúrense, que debe estar por llegar!

RAQUEL ¡No empujen, caramba!… Está bien que ustedes sean de la BBC o de la CNN, pero todo el mundo tiene derecho, ¿no? ¿O ustedes compraron la exclusiva?

JESÚS Uff, qué cantidad de gente… ¡Shalom, paz contigo!

RAQUEL Y tú, ¿quién eres?

JESÚS Eso digo yo, ¿quién eres tú?... Tienes cara de pocos amigos…

RAQUEL Es que estos de la televisión se creen los dueños de todo… Yo soy Raquel Pérez, reportera de Emisoras Latinas. ¿Y tú? ¿De algún periódico palestino?

JESÚS No… Yo estoy llegando de lejos y…

RAQUEL Ah, viniste como turista… Como ves, todo el mundo está espera que espera y no acaba de llegar…

JESÚS ¿Y a quién esperan, cuéntame, quién tiene que llegar?

RAQUEL Jesucristo. Es que han anunciado su Segunda Venida a la Tierra y ya te imaginas… ¡noticia de primera plana!

JESÚS ¿No me digas?... ¿Y quién anunció que venía?

RAQUEL Qué sé yo, tal vez un ángel. Yo viajé en el primer avión… A ver si tengo suerte y puedo grabar sus palabras desde aquí cuando llegue…

JESÚS Pues… ya llegué. Yo soy Jesús.

RAQUEL ¿Que tú eres quién?

JESÚS Soy Jesús. Jesucristo, como tú dijiste.

RAQUEL ¿Qué dices, que tú eres Jesucristo, el que está esperando toda esta gente?

JESÚS Sí, mujer. ¿Por qué no me crees?

RAQUEL Porque… porque… porque tú no… no…

JESÚS ¿Yo no qué?

RAQUEL Que tú no te pareces a… a Jesucristo.

JESÚS Y según tú, ¿cómo es Jesucristo?

RAQUEL No sé, porque yo no lo he visto nunca… pero… Para comenzar, tú no hablas como hablaría Jesucristo…

JESÚS ¿Y cómo tendría que hablar Jesucristo?... ¿Así, con una voz de trueno?

RAQUEL No sé… Yo no soy religiosa, pero…

JESÚS Te hablo en serio, mujer, yo soy Jesús, el de Nazaret, al que éstos están esperando.

RAQUEL ¿De veras?... ¿Y… y cómo sé yo que tú, es decir, que usted es Jesucristo?

JESÚS ¿Y cómo sé yo que tú eres… cómo dijiste qué te llamabas?

RAQUEL Raquel, Raquel Pérez. Enviada especial de Emisoras Latinas.

JESÚS ¿Cómo sé yo que Raquel es Raquel? Ten confianza en mi palabra. Yo soy Jesús.

RAQUEL No es problema de confianza, sino que tú, es decir, usted, no se parece al Cristo de Rey de Reyes… ni al de Zefirelli… ni al de la Pasión de Mel Gibson…

JESÚS ¿Quiénes son esos señores?

RAQUEL Gente que ha hecho películas sobre usted.

JESÚS ¿Películas?

RAQUEL Cine, películas… se lo explico en otro momento. Pero… ¿seguro-seguro que usted es Jesucristo o me está tomando el pelo?

JESÚS Sí, soy yo.

RAQUEL ¿Jesucristo, el hijo de la virgen María, el que vivió aquí, en Palestina hace dos mil años, el de la cruz, el de la Biblia, el de…?

JESÚS Sí, ése mismo, pero con tantas preguntas me vas a hacer dudar…

RAQUEL Pues si yo he tenido la suerte, la dicha, la primicia, no sé cómo decirlo, de encontrarlo en medio de este tumulto de periodistas… ¿me concede una entrevista, señor Jesucristo?

JESÚS Claro, Raquel, pero salgamos de aquí porque hay demasiada bulla, ¿no?

RAQUEL Dame pase, cabina… Uno, dos… ¿Sí?... ¿Sí?... ¡Aquí lo tengo!... Amigas y amigos de Emisoras Latinas, gracias a nuestro especial olfato periodístico, hemos logrado encontrar a Jesucristo en medio de esta multitud que lo espera desde hace horas en la explanada de las mezquitas, en el corazón mismo de Jerusalén. ¡Enseguida regresamos con ustedes!

domingo, 21 de noviembre de 2010

¿A que Jesús se nos enseñas en nuestras iglesias...?

“Jesús habló de un padre bueno que perdona al hijo pródigo y a nosotros nos presentaron un Dios castigador que nos manda para el infierno, pero Jesús habló de un Dios alegre que comparaba el reino con un banquete de bodas y a nosotros nos presentaron a un Dios triste y amargado, de mal humor, condenador del sexo y condenador de la alegría

¿Carpintero?


Tradicionalmente, se ha limitado el oficio de Jesús, como el de José, al de carpintero. Sin embargo, la palabra original que emplea Marcos tiene como exacta traducción algo así como “hacelotodo” (Marcos 6, 3). Jesús trabajaría la madera, haría herraduras o arreglaría puertas. También sembraría y recogería los frutos de la cosecha como jornalero eventual.

jueves, 18 de noviembre de 2010

LATINOAMÉRICA, ¡TOCA EL MANTO DE JESÚS!


Lucas 8, 41-48

Y he aquí que llegó un hombre, llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga, y cayendo a los pies de Jesús, le suplicaba entrara en su casa, porque tenía una sola hija, de unos doce años, que estaba muriéndose. Mientras iba, las gentes le ahogaban.

Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que no había podido ser curada por nadie, se acercó por detrás y tocó la orla de su manto, y al punto se le paró el flujo de sangre.

Jesús dijo: "¿Quién me ha tocado?" Como todos negasen, dijo Pedro: "Maestro, las gentes te aprietan y te oprimen."

Pero Jesús dijo: "Alguien me ha tocado, porque he sentido que una fuerza ha salido de mí."

Viéndose descubierta la mujer, se acercó temblorosa, y postrándose ante él, contó delante de todo el pueblo por qué razón le había tocado, y cómo al punto había sido curada.

El le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz."

Podemos imaginar a Jesús, pasando entre su gente. Todos anhelando algo de Él. Jesús va caminando próximo a ese hombre, llamado Jairo, que a su lado marcha apurado por llegar con Él, a su casa. Marcha este jefe de la sinagoga, tan preocupado por su hija, su niña, que lo figuramos hasta molesto por todas esas gentes que se interponen en su camino, aquellos que casi no les permiten andar. ¡Es tanta la aglomeración que incluso ahogan al Maestro! (v. 41-42)

Entre esta multitud anda ella. Una mujer. Su rostro semita y avergonzado. Su andar trémulo. Sus ojos buscando ver a Jesús entre medio del gentío, tratando de pasar desapercibida. Ojos tristes de soledad y vergüenza, pero brillando de tanta esperanza. Caminando en medio de aquellos que integran una sociedad de “puros” que atropellan… (v. 43).

Pensamos en esa mujer y no podemos dejar de identificarla con tantas otras mujeres que formamos esta América Latina . Como en un correr de diapositivas figuradas se van presentando a nuestra mente y a nuestro corazón muchos rostros. ¡Tantas mujeres toman el rostro de ella! Comprensivamente podemos personificarla en la figura misma de Latinoamérica. Es ella, quien camina siguiendo a Jesús. Es esta mujer un arquetipo de cada mujer latinoamericana, y es, todas ellas. Una entre tantas. Anónima y real…. Es aborigen, es mestiza, es criolla, es de esta tierra. Es inmigrante, es extranjera. Es quien construye y quiere, quien conoce y ama, quien cuida de su tierra y de los suyos. La que se quedó y la que se tuvo que ir. Aquella que es hija o que es madre. La feliz y la que sufre. La sometida, la valiente, la silenciada, la que lucha. La de ayer, la de hoy. Es todas y cada una de éstas.

Jesús aún no la ha visto, tan pequeña y tan oculta entre el gran gentío. Sin embargo, entre esa multitud, una mano de mujer se atreve a tocarlo de modo diferente. Su pequeña mano atraviesa la muralla de la muchedumbre y roza escasamente la orla de su manto. Un ribete apenas. Basta sólo eso para ella. (v. 44 a).

¡América Latina has tocado a Jesús!

¿Qué motivos han causado tal audacia? ¿Qué le ha llevado a aquella mujer semita a introducirse entre las personas de su pueblo, silenciosamente, sólo para tocar a Jesús? Claro está, es alguien que sufre. Se encuentra enferma. Es una hemorroísa. Padece de un flujo de sangre que no se detiene desde hace doce años. ¡A cuántos ha recurrido para curarse! Pero, nadie ha podido hacerlo. ¡Cuánto dolor y marginación ha causado esta situación en su vida! El sangrado constante la ha hecho sentirse impura y separada de los demás. ¡Tanta vergüenza es. esto de ser una impura! Tampoco pueden acercarse a ella ni siquiera, sus seres queridos. No tiene derecho a estar con nadie, no puede tener familia ni amigos. Qué difícil le resulta a la hemorroísa vivir así, bajo un régimen legal que la margina, que la considera impura y la excluye. Sola y enferma, está sufriendo. (v. 43).

Así es tu dolencia, Latinoamérica. ¡Estás sangrando!

La imagen de la sangre nos recuerda a muchas mujeres víctimas de la violencia. Mujeres golpeadas, niñas, adolescentes y adultas violadas, Madres sacudidas del dolor. Tantas mujeres obligadas a prostituirse. Tantas abandonadas. Tantas discriminadas. Mujeres latinoamericanas cuyo dolor es grande. Y este dolor es aún más importunado por el sólo hecho ser mujeres. Hay un silencio hecho fluido de sangre y opresión. Es el silencio de las mujeres a quienes las sociedades han apartado de la justicia. Las analfabetas. Aquellas que están llenas de miedo. Aquellas que han perdido sus vidas. ¡Tantas mujeres oprimidas! Delante de todo este padecimiento nos preguntamos: ¿se puede enumerar y describir? No. Seguramente muchas otras situaciones en esta recapitulación, se nos escapan y quedan en la sombra y el silencio todavía…

¿Y tú, América Latina? ¿Cómo has soportado tantos años, tantos siglos de sangre derramada? ¿Tanto tiempo de silencio, desprotección y desamparo hacia la sangre que fluye? ¿Sin protección, sin legislación defensora y justa, sin cuidados y, hasta sin respeto por la dignidad de tus habitantes?

Un poder milagroso e inmediato sale de Jesús en ese toque, que al punto deja a la mujer curada. Es la mano que se extiende desde la confianza en Jesús, desde la fe que no pregunta, que sólo se entrega y abandona a Él. (v. 46.48).

Al igual que en aquella ocasión, esa mano, en Latinoamérica, se hace símbolo de muchas manos que desbrozaron el camino para las demás. Luchando por liberar los derechos de las mujeres. Igual que allá, aquí, muchas manos se arriesgan “a tocar” a Jesús. Luchando no sólo por recuperar la dignidad propia, sino la de todos. La de sus madres y la de sus hijas, las de sus varones, padres, esposos e hijos. La de todas las generaciones. En su liberación y reconocimiento de derechos, reside la liberación de toda América Latina.

Entre Jesús y la mujer semita, se ha producido un encuentro. Jesús pregunta quién lo ha tocado. Sabe que una fuerza ha salido de él, pero desea que esa curación sea reconocida en público. Ella debe hablar y decirle a Jesús lo que ha sucedido. Y así lo hace frente a todo el pueblo. Ella, la excluida, es ahora el centro de todas las miradas. Pareciera que hay silencios que deben terminar. Jesús deja en evidencia que se debe romper con el miedo de ella, fruto de la represión de las leyes que la aíslan. La mujer, no sólo recupera su salud, sino su dignidad. Jesús está dispuesto a escucharla. Todos deben hacerlo. Se ha dejado tocar por ella y ahora la sitúa, al descubierto, de cara a todos. Él le da la posibilidad de poner de manifiesto todo lo que la oprime, dejando en evidencia, un régimen de silencio y exclusión. Ella tiembla, pero debe vencer su miedo y recelo de tantos años de sufrimiento. Además, se muestra estremecida frente al poder que ha constatado en Jesús y postrándose, lo reconoce. A pesar de su temblor, decide hablar. (v. 46-47).

¡Te estás liberando América latina! ¡Estás hablando y estás siendo escuchada! ¡No más sangre! ¡No más silencio!

Es tu curación, la esperanza para tantas que aún sobrellevan su dolor. En tu ponerte de pie está la lucha de tantas mujeres para que se reconozcan sus derechos. Entre aquellas y éstas, que hablan y dicen su verdad, están liberando y sanando tanto silencio y nudos en la garganta. Hay que hablar y decidirse para que no corra más sangre inocente.

Latinoamérica. ¡Confía en Él! Quién pasa es tu Mesías, tu liberador, tu sanador...

De pronto, las palabras que pronuncia Jesús son reconfortantes para esta mujer, ya curada. Oye que Jesús, la ha llamado: ¡Hija! Ahora se siente “familia” de alguien. Reconocida en su civilidad. Él declara su fe a la vista de todos y le devuelve un lugar entre los suyos. Podemos imaginarla levantándose de su postración y mirando agradecida a Jesús, tal vez sonriendo humildemente frente a la gran experiencia de amor vivida. La percibimos caminando pausadamente, llena de paz. Paz que Jesús acaba de darle. Sigue avanzando entre una multitud extrañada. Manifestándose como un testimonio de fe. (v. 48). Un interrogante para tantas manos cerradas, inmóviles o hasta acusadoras.

¡Oye! ¡Mujer! ¡Latinoamérica!. Hay una tarea por cumplir. Puedes procurar manos valientes y humildes. Manos capaces de extenderse confiadamente hacia Él. ¡Hay tanto por curar y liberar! ¡Tanto “flujo de sangre” que detener! ¡Tanta dignidad que recuperar! ¡Ábrete a la Paz que tu Jesús tiene para ti!

NOTA: En este comentario, la expresión America latina o Latinoamérica es inclusiva a todos los países del continente, desde México hasta el polo sur.

Textos paralelos al párrafo tomado en este comentario: Mt. 9. 18-22; Mc. 5, 22-34

Cristina Argañaraz

Córdoba, Argentina

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Saludos Coordiales...